El fin de los dinosaurios

¿Cómo pudo una tribu entera de reptiles gigantes desaparecer de la faz de La Tierra?

En 1677, el naturalista inglés Robert Plot se encontró con un fémur perteneciente a un animal una vez y media su altura. Pensó que aquel monstruoso hueso no podía pertenecer sino a un gigante. Desde entonces, han aparecido enormes huesos en rocas por todo el mundo, pero las criaturas a las que
pertenecieron jamás se han visto. Desde los iguanodontes de Inglaterra a los microraptor con plumas de China y el icónico tiranosaurio de Estados Unidos, los dinosaurios dominaban todos los rincones del mundo, pero hace entre 66 y 64 millones de años desaparecieron por completo. La llamada extinción K/T marca el tránsito entre los periodos Cretácico y Terciario en la historia geológica.
Durante este catastrófico periodo se extinguieron casi tres cuartas partes de la vida terrestre. Los ammonoideos y belemnoideos desaparecieron de los océanos junto con docenas de especies de nanoplancton, dos grupos enteros de almejas y muchos de los parientes de las estrellas de mar,  equinoideos y pepinos de mar modernos. El máximo depredador marino, el mosasaurio, también desapareció. Los pterosaurios alados dejaron de
poblar los cielos, y perecieron miles de plantas florales, dejando un paisaje dominado por helechos.
En 1980, el premio nobel y físico americano Luis Álvarez y su hijo Walter observaron algo inusual en el registro geológico. Cerca de la época de la  extinción K/T detectaron una banda de iridio, un metal blanco, frágil y transicional.
Normalmente más escaso que el oro, se encontraron puntas de este extraño elemento en más 100 lugares del planeta. La explicación más probable era la del impacto de un asteroide. El iridio no es común en La Tierra, pero sí lo es en el espacio. Si un asteroide colisionó contra La Tierra, éste habría arrastrado el metal a la atmósfera. Al asentarse el polvo, éste formaría una banda en las rocas, firmando el momento del impacto.
Al nivel de esta banda también hay evidencia de cuarzo chocado, un tipo de roca con características microscópicas distintivas que se forman bajo una intensa presión. También hay esferas de cristal, hechas cuando la roca fundida sale disparada a la atmósfera y se solidifica antes de caer de nuevo al suelo. Y hay inmensas cantidades de hollín, que podría ser indicativo de grandes incendios forestales fruto de los escombros incandescentes del impacto. En Norteamérica es donde las trazas del asteroide son mayores. En Haití hay una gruesa banda de arcilla llena de esferas de cristal, y en el Golfo de Méjico las rocas caídas indican un posible tsunami, que podría haber sido provocado por el impacto de un asteroide.

Para arrasar de este modo, el asteroide tuvo que tener más de diez kilómetros de ancho y viajar a una velocidad suficiente como para hacer un boquete de 100 kilómetros de ancho en nuestra superficie. Debió dejar un cráter enorme, pero el lugar del impacto nunca se ha encontrado, y no a todo el mundo le convence esta teoría. La Tierra ya estaba sufriendo una crisis climática. Las temperaturas y los niveles del mar subían y bajaban  mucho. Pero es que, además, los asteroides no son la única fuente de iridio, ni los impactos extraterrestres el único modo en que la ceniza llega a la atmósfera.
Incluso el cuarzo chocado y las esferas de cristal pueden generarse por causas ajenas a los asteroides. Todas estas características podrían explicar  los volcanes, y durante la época en que desaparecieron los dinosaurios se produjeron grandes erupciones.

Para leer el reportaje completo, Cómo Funciona 70

 

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